De su traje, no hay que decir, por ser cosa de caj≤n entre la gente rica de aquellos pueblos, que consistφa en unas albarcas de piel de toro, tomiza y parella; medias de lana; calz≤n corto, de pa±o burdo muy obscuro; chaqueta de lo mismo, chaleco celeste, de raso, rameado de amarillo; canana de cuero, en vez de faja, y un enorme sombrero, bajo cuya ala, ribeteada de felpa, sesteaba muy c≤modamente toda su autoridad..
Y, a prop≤sito de autoridad, a±adirΘ para concluir, que la vara de alcalde le llegaba al hombro, y que sus dos borlas negras, del tama±o de dos naranjas, denunciaban a tiro de bala a todo un hombre de orden, que dirφamos ahora.
Tal era el Alcalde de Lapeza, y a su tenor todos sus subordinados. Si creΘis exagerada la descripci≤n, tened presente que la raza de los lapece±os no ha degenerado ni se ha modificado con los a±os transcurridos. íId allß, y os asombrarΘis, como yo, de que en Espa±a y a mediados del siglo x~ existan todas las maravillas del Africa meridional!